jueves, 13 de septiembre de 2012

La campanilla de la puerta atrajo la atención de Thara. Su sonido la sobresaltó cuando se dirigía a la cocina. En los últimos días sus nervios estaban demasiado alterados. Marcus y los gemelos no salían de la biblioteca y ninguno le decía dónde estaba Lucien. Cada vez que se acercaba  y le preguntaba por él, ellos o le daban evasivas o la mandaban a dormir. Estaba perdiendo la noción del tiempo con tanto dormir. Ya había descubierto que eso que ellos le hacían no era normal pero casi se había acostumbrado. No obstante ya no sabía si era de noche o de día. Por suerte, la despertaban cerca de las comidas. Y eso era lo que iba a hacer, comer y conversar un poco con alguien.
La campanilla volvió a sonar y esta vez con más insistencia. Thara miró hacia la puerta y luego hacia la cocina por donde Edward debía venir. Nadie acudía a la llamada.
¿Dónde estaba Edward?
La llamada a la puerta se repitió. Debía ser  importante si no desistían, pensó y  miró de nuevo hacia la puerta y hacia la cocina, dudosa. Tomó la decisión de abrir ella misma.
—Lady Barlay, tenemos una orden de arresto de su majestad el rey contra la persona de  su esposo, Lord Barlay, acusado de traición y herejía —le soltaron de improvisto nada más abrir la puerta. Mientras el hombre hablaba, Thara se fue fijando en los cinco hombres que había delante de ella vestidos con el emblema de la casa real.
—¿Cómo? Se han equivocado…yo no… ¿De arresto?¿Por   qué? —Thara no podía dar crédito a las palabras que le habían dicho, aunque las entendía perfectamente. Se le acusaba de herejía, ¿por ella? Y de traición ¿por darle cobijo? Su semblante perdió todo el color y se tornó blanco.
—¿Lady Barlay?— la pregunta vino de un hombre oculto entre el escudo humano que formaban los soldados.
—No… Thara Davenport — contestó aturdida aún por la orden del rey.
—Thara… Davenport— aquellas palabras no eran una repetición de su nombre, ni una confirmación de que no era la esposa del conde, era una sentencia.
Thara reconoció aquella voz incluso antes de ver al hombre que se abrió paso entre la guardia real. Cada poro de su piel se erizó de temor. Ni siquiera podía huir, sus piernas se habían quedado paralizadas de miedo.
—Tú… aquí —murmuró asombrado Rowland mientras se acercaba a ella—. Me alegro mucho de volver a verte… Thara.
No pudo abrir la boca, el miedo se había tragado sus palabras.

En la biblioteca…
Demasiada gente a mi funeral —  exclamó Lucien cuando al entrar en la sala encontró reunidos a su hermano, a los gemelos Blackstone,  su viejo mayordomo y su joven ayuda de cámara.
—Lucien… — gritaron al unísono.
En tropel, abandonaron la mesa en la que se había servido el desayuno y corrieron a su lado.
El abrazo de Marcus fue tan efusivo que casi le asfixia.
—Bueno, bueno, chico — le calmó Lucien intentando que su voz no mostrara la emoción que aquel abrazo le había producido.
—Ya sabía yo que bicho malo nunca muere – bromeó Iam.
—Ni la muerte lo quiere – se burló Darius, palmeando su espalda.
—Milord, no se imagina cuanto me alegro de verle – le saludó Edward limpiando sus lágrimas.
Lucien pasó su mirada por la sala, después se quedó quieto.
—Está arriba. Ha estado algo indispuesta… — contestó Marcus, no podía explicarle lo que había pasado  con ella. Marcus contuvo la respiración unos segundos y después suspiró aliviado. Si Lucien no había protestado en que no había leído su mente.
—¿Cuánto tiempo llevo fuera?
—Dos días – contestó Darius.



En la puerta…

—Jamás olvidaré tu piel en mis manos, tu sangre resbalando por ellas— le susurró Rowland al oído. El recuerdo del miedo y la suplica en tus ojos todavía me hace estremecer de placer—el escalofrío que recorrió el cuerpo de Rowland fue visible hasta para Thara que intentó escapar pero sus espalda dio con la pared. Rowland agarró la mano de Thara y se la llevó a la entrepierna aprovechando que ahora estaba de espaldas a los soldados y nadie vería nada—. Mira como me pone solo el recuerdo…
—Rowland— le llamaron a su espalda.
El deber le reclamaba, sin embargo se regocijó en pensar que pronto volvería a ser suya.
—Ella es la prueba viviente de la traición de Barlay— gritó apartándose de ella para que los soldados la vieran.
Thara no tuvo tiempo de defenderse, la mano masculina sujetó el escote de su vestido y tiró de él hacia abajo, rompiendo a girones la tela. Sus hombros y sus pechos quedaron al descubierto.   
La mente de Thara se había trasladado a otro lugar, a otro tiempo.
— Disfrutaré como nunca con este precioso cuerpo. – le dijo al oído mientras sus manos apretaban con demasiada fuerza sus pechos desnudos.
Thara luchó por zafarse de aquellas manos pero no podía hacer nada, tenía las manos atadas al techo y las piernas inmovilizadas por grilletes.
Aquel hombre la rodeó y tomó en sus manos sus nalgas. Ella quería gritar pero sus labios se negaban a dejar salir ningún sonido. El terror tenía paralizado todo su cuerpo. “
Rowland la giró bruscamente para mostrar  a los hombres que esperaban en la calle el hombro derecha y la marca de la cruz grabada en ella.


Mientras en la biblioteca…
Tanto tiempo, a él le había parecido apenas unas horas. Miró hacia arriba, podía sentirla en la casa pero su mente estaba bloqueada, como también lo estaba la de Marcus.
—¿Qué le habéis dicho?
—No ha sido fácil… – comenzó a decir Darius.
—Ella no nos cree. Le hemos asegurado mil veces que estas bien y que volverás, pero ella no nos cree …– siguió explicando Iam.
—Cree que le hemos mentido y que estás muerto – añadió su hermano.
Los ojos de Lucien se abrieron desmesuradamente.
—Ella lloraba y lloraba y nosotros…
—¡Qué le habéis hecho! – al terminar la pregunta, de Lucien solo quedaba el eco de sus palabras.


—Yo mismo la juzgué —gritó  Rowland a los soldados—.Aguantaste muy bien, me hiciste disfrutar más que ninguna— susurró para Thara.
Un grito escapó de su garganta cuando la hoja del cuchillo cortó su piel en el interior del muslo. La expresión de placer del hombre que la había cortado la dejó sin aliento. Vio las manos masculinas llena de sangre y las sintió manosear nuevamente sus pechos llenándolos de  sangre.”
El grito de asombro de los hombres del rey se confundió con la suplica de Thara.
 “Con sus manos manchadas de sangre siguió acariciando el desnudo cuerpo de la joven. Manosearon los delicados pechos, el rostro de Rowland mostraba placer, el de ella estaba desfigurado por el miedo, la furia y la repulsión. Rowland tomó en sus manos hebras del cabello de la mujer, tiñendo su ocre con el rojo de la sangre. Thara levantó la cabeza y le miró horrorizada. Sus  ojos miraron directamente a Lucien.”
—Lucien… —consiguió articular aunque no estaba segura de haber pronunciado sonido alguno.


El cuerpo de Lucien apareció junto a Thara. Sus ojos miraron a Rowland sin percatarse del estado de ella. Tan solo importaba Rowland.
 —Laverty, he de admitir que tienes buen gusto con las mujeres – le saludó Rowland — Es tan fiera contigo como lo fue conmigo.
Si la sola presencia de Rowland ya había vuelto los ojos de Lucien rojos de furia, aquellas palabras desataron del todo la cólera de Lucien. Su cabeza giró anormalmente para enfrentar a Rowland. Sus ojos brillaban con el rojo de la sangre en ellos, su rostro se desfiguró cuando el poder del berserker se desató en su interior. 
—No… lo quiero para mí. – se dijo Lucien a sí mismo, intentando calmar al guerrero que  luchaba por ver la luz y acabar con el individuo que tenía enfrente.
Thara observaba aterrorizada no solo a Rowland sino también a Lucien que respiraba fuerte y ruidosamente, resoplando.
Toda la magia, todo el poder de Lucien se estaba concentrando en él. La rabia, la furia estaban alimentándolo.
—Thara… vete de aquí —ordenó Lucien.
Los soldados del rey congregados en la puerta se colocaron en posición de combate.
Rowland intentó resguardarse entre ellos.
Lucien soltó una carcajada al conocer las intenciones de Rowland.
 —Ni lo sueñes – le advirtió—. Llevo una eternidad esperando tenerte en mis manos. El resto para ustedes —les indicó a sus hermanos al sentir su presencia a la espalda.
—Los soldados son míos— señaló Iam.
—¿Todos?— preguntó Marcus.
—No sabéis de lo que soy capaz — se rió Iam y extendió la mano hacia ellos, los soldados se movieron hacia Iam.
Edward le echó el brazo por encima a Thara mientras la acompañaba lejos de los hombres. Thara se refugió en los brazos del anciano mayordomo y rompió a llorar.    
Lucien levantó a Rowland del suelo sin ni siquiera acercarse. Rowland pataleaba asustado mientras permanecía suspendido en el aire. Nadie le estaba tocando y sin embargo sentía que le estaban estrangulando. El hombre se llevó las manos al cuello, queriendo apartar aquello que le estrujaba la garganta impidiéndole respirar. Manoteaba el aire y se rasgaba su yugular  sin conseguir nada.
Lucien permanecía impasible, sereno, mientras mentalmente estaba estrangulando a Rowland, pero no lo mataría así. Tenía que sufrir más. Cesó su apretón, en el último momento, permitiéndole a Rowland volver a respirar por tan solo unos instantes antes de que su mente volviese a cortarle la respiración apretando su corazón.
—Ahora soy yo el que siente placer con tu dolor. ¿No te gusta estar del otro lado, Rowland? – le dijo acercándose a su oído—. Dime, ¿no compartes mis gustos? ¿Qué se siente cuando te torturan para obtener placer?
Aquellas palabras trajeron a la mente de Rowland el recuerdo  de Thara. Lucien gruñó.
—Marcus, llévate sus recuerdos de Thara. No quiero que los conserve ni aún muerto — lo de Lucien no era una petición.
Marcus cercó con sus manos la cabeza de Rowland y sin ningún cuidado por su cordura, buscó los recuerdos. Su semblante se fue contrayendo con cada escena que extraía, horrorizado por los actos y los sentimientos de ese hombre. Durante todo el proceso, Lucien mantuvo a su cautivo suspendido y al borde de la muerte.
Rowland intentaba hablar pero no podía, su boca se abría y se cerraba sin poder siquiera coger aire. Sus ojos se salían de sus órbitas debido a la presión que estaban ejerciendo sobre su corazón.
—Ahora termina —le dijo Marcus cuando se hubo retirado.   
 Lucien apretó los dientes y sus dedos se curvaron en garras mortíferas, muy a su pesar, acabaría con aquel monstruo pronto. El gruñido de irritación que escapó de sus labios indicó a su hermano lo desacuerdo que estaba con él  y desapareció ante Marcus llevándose a Rowland. Tenía en mente el lugar perfecto para acabar con ese miserable.
Le tiró como la basura que era en cuanto se materializaron en la cueva. La luz brotó de sus manos para mostrarle  donde estaban.
—¿Conoces el lugar? — preguntó Lucien.
—Esto… yo no… ¿Dónde?—balbuceó aterrado Rowland mientras se alejaba de Lucien arrastrándose por el suelo. La visión de su enemigo con las manos envueltas en llamas y los ojos refulgiendo fuego no presagiaba un buen final.
—No, claro, ya no conoces este lugar. Marcus se encargó de ello —se burló Lucien.
—Barlay… —suplicó Rowland.
—Yo haré que lo recuerdes como el lugar de tu muerte.
—No, te lo ruego, Barlay… Hablaré con el rey…
—La última vez que estuviste aquí, disfrutabas con los ruegos de ella…
—Te estas equivocando… yo no…
Rowland seguía retrocediendo sobre las cenizas del suelo, Lucien avanzando sobre las huellas de lo que dejó allí.
—Buscabas brujas y has hallado un brujo. ¿Qué pasa no te gusta el cambio?
—¿Tú? Tu eres el diablo… — acusó Rowland en un último intento de defenderse.
—Para ti lo seré.
Y el diablo arrojó fuego de sus manos hacia su víctima y esperó impasible hasta que los gritos cesaron y el fuego consumió hasta la huella.
—Lucien, ¿Y Rowland? —preguntó Marcus cuando su hermano apareció en la casa.
—Donde nunca debió estar. ¿Y los soldados?
—Iam se ha encargado de ellos. Vinieron porque el médico identificó tu emblema en el caarrujae que llevó a las mujeres…
—Marcus…— interrumpió Lucien a Darius—. ¿Cómo fuiste tan descuidado?
—No estaba en mi mejor momento, una espada había atravesado el corazón de mi hermano ante mis narices.
—Iam ha implantado el recuerdo de otro emblema. 
—Bien, entonces solo me resta una cosa, comprobar si odiaré la inmortalidad que me han dado por estar condenado a amarla toda la eternidad.

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