Creo que ya es hora de abrir una nueva etiqueta en mi blog, Darius Blackstone ha comenzado a contarnos su historia. Nada más poner FIN al segundo volumen de Hijos de Nuada, puse las primeras palabras en la historia de Darius. Su inicio vino ya marcado por el final de la historia de Marcus.
Queda ponerle imagen a este personaje que de momento se presenta misterioso y con una personalidad aún por determinar.Sus hermanos han dejado una huella que va a costar borrar. Me da pena pero este nuevo protagonista es como un personaje de paso, estoy deseando coger a Iam. Espero que con el avanzar de su historia llegue a ocupar en mi corazón ese sitio especial que ya ocupan sus hermanastros.
En primer lugar creo que debería ponerle cara, pero no se la encuentro.
Os dejo su inicio:
Darius Blackstone se materializó en la
estancia que precedía a la cueva y paseó su mirada escrutadora por la sala
antes de agacharse. Colocó sus manos abiertas en el suelo, inclinó la cabeza y
cerró los ojos poniendo todo su poder a trabajar. La tierra bajo sus manos
tembló mientras él sondeaba el terreno.
Su imagen se perdió para aparecer dentro de la
cueva en la misma posición de búsqueda. Exploró desde allí como había hecho
desde fuera. Solo en sus ojos se mostró el resultado: el rojo de la rabia tiñó sus
pupilas provocado por la impotencia y la frustración.
Saltó de nuevo, lejos de allí; así se
desplazaban sus hermanos y él. Ni siquiera se incorporó, tenía que encontrarla.
No podía estar lejos, pesaba demasiado para moverla.
Era imposible, no podía haber desaparecido,
se dijo una vez más al volver a la cueva; pero allí no estaba, eso era
evidente.
La piedra de Fal, su elemento mágico no
estaba en la cueva. ¿Cómo iba a desaparecer? La idea de un robo pasó por su
mente pero apenas le prestó atención, nadie podía llevarse una roca de esas
dimensiones. Caminó hacia donde debía estar y se colocó en su lugar con la
esperanza de sentir algo. No era capaz de asimilarlo y no obstante la evidencia
era aplastante: su reliquia había
desaparecido.
Darius arrastró sus pies hasta la salida.
Llevaba horas saltando de un lugar a otro y no había encontrado nada. Sus
fuerzas estaban al límite y el resultado había sido nulo. Y para empeorar las
cosas ni siquiera sabía cómo buscarla si sus poderes no la localizaban. Llevaba
doscientos años encontrándolo todo así, ¿cómo iba a hacerlo ahora de otra
forma?
Se agachó una vez más y buscó, pero no la
piedra, buscó a la esposa de Lucien, su medio hermano la había puesto a salvo
en su casa. Sus labios se curvaron en una mueca, Thara no estaba en la cueva.
Extendió sus poderes más allá de sus dominios, más allá de Escocia. La estela
del camino hacia ella le llevaba lejos. Sus dedos se clavaron en la tierra y
absorbieron la energía terrenal durante largos minutos, la necesitaba para
recoger el trayecto hasta el suelo bajo
los pies de Thara Barlay. Darius sonrió
triunfante, aún podía encontrar cuanto quería. Tan solo había una cosa que
nunca había podido localizar mediante sus poderes: a Nuada. Lo máximo que podía
hacer era sentir su huella en este lado; pero eso había sido siempre así, nada
había cambiado. El temor se abrió paso ente sus cavilaciones, Nuada estaba cada
vez más cerca de ellos. Había conseguido dominar a un mortal con su sangre y
enfrentarlo a ellos. Sabía que con Samhain tan cerca las murallas entre los mundos estaban
debilitadas y si su padre había conseguido algo de poder aprovecharía ese día
para actuar. ¿Se habría llevado la Piedra de Fal?
De lo que sí estaba seguro en esos momentos,
era que afuera, sus hermanos esperaban información.
—¡No está! —afirmó.
Lucien Laverty le miró sorprendido; a su
lado, Marcus McLavert estaba tan
asombrado que solo negaba con la cabeza. Iam Blackstone se acercó a su gemelo y
le acompañó hasta la mesa donde le obligó a tomar asiento.
Ninguno iba a formular las típicas preguntas
pues todos conocían ya las respuestas: Darius había buscado sin descanso la
piedra durante horas sin resultado. La pregunta correcta era ¿qué iban a hacer
ahora?
—¿Has perdido poder?
Darius levantó la cabeza y miró a Lucien
antes de responder.
—No, todo sigue igual excepto que no está –
el siempre cauteloso Lucien le miró dudoso—. Pregúntale a tu esposa por qué no
fue a la cueva como le ordenaste.
Los ojos de su medio hermano se volvieron
rojos en un instante al pensar en que habían observado a su amada.
—No tenía otra forma de comprobar si con la
piedra se habían ido mis poderes. A vosotros os he podido encontrar siempre,
quería ver si a ellas también.
La respuesta tranquilizó a Laverty aunque se
retiró de ellos dándoles la espalda. Todos supieron que buscaba a Thara con la
mente.
—¿Se ha podido mudar? Al fin y al cabo, ella
decidió el lugar —dijo Marcus.
—Si se ha movido y no soy capaz de
percibirla, ¿ahora qué? ¿Tengo que esperar a que me reclame de nuevo? ¿Y
si no lo hace? ¿Y si la tiene él?
—preguntó Darius expresando en voz alta sus miedos.
Los presentes se miraron unos a otros,
ninguno había pensado en ello. Él llevaba siglos detrás de las reliquias y ¿si
había conseguido hacerse con una?
—¡Buscadla! —ordenó Darius.
A su mandato, la sala quedó vacía, sus
hermanos se esfumaron en el aire sin objetar; dispuestos a obedecer. Con gesto
de desesperación, Darius se llevó las manos a la cabeza y la sostuvo abatido.